Había una vez dos hermanas que vivían en Barcelona. Desde pequeñas fueron muy habilidosas con el ganchillo y las manualidades, gracias a su gran interés y también a las sabias enseñanzas de su abuela, que tenía la casa forrada de tapetes a ganchillo. Cada una disponía de su costurero, repleto de hilos o lanas de colores, y de graciosos diseños para sus muñecas Barriguitas, aunque con el paso de los años esa afición quedó aparcada en la memoria.
Un día de verano, después de muchos inviernos, soñaron hacer de su retomada afición un trabajo. Hablaron y hablaron, hasta que llegaron a la conclusión de hacer realidad su sueño: vender, compartir y ayudar a otras muchas personas a desarrollar su creatividad con el ganchillo.
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